miércoles, 23 de septiembre de 2015

Que es buscar el amor? ...........




Me preocupa la gente que dice que anda buscando el amor, como si el amor ya estuviera por ahí listo y terminado. Como si existiera un amor enlatado, un producto diseñado que eliges en algún escaparate. Se han creído el cuento del amor prefabricado que nos venden en las películas de domingo en la noche o que nos cantan en la radio. Uno no busca el amor, uno lo construye.
Es curioso notar que la mayoría de las historias románticas omiten el amor. Siempre cuentan la historia de cómo se conocen los amantes, de cómo se atraen, de cómo se enamoran. Cuando por fin logran estar juntos nos cortan la historia, y es justo en ese momento cuando apenas va a comenzar el amor. Este se construye cada día, en cada minuto, con cada gesto dulce, con cada problema compartido, con cada sueño construido. Dicen que el amor todo lo vence y la gente está dispuesta a luchar contra todo por el amor, pero normalmente olvidan cuál es el mayor desafío de todos. 
 Nos venden el placebo de la pasión, de la seducción, de la aventura para que nos conformemos con ello. El amor no se hace de grandes gestos épicos, cualquier capricho es capaz de ellos, pero sólo el amor puede construirse con la pequeña ternura cotidiana, con la amabilidad incansable de cada día. Quiero regresar a esa palabra: amabilidad. Hemos olvidado el verdadero significado de muchas palabras pero ellas siempre regresan. Decimos que una persona es amable cuando su trato es dulce, es cierto, pero hemos olvidado que amable significa precisamente “digno de ser amado”. La amabilidad entonces es la construcción contante del amor.
 Me preocupa la gente que dice que anda buscando la felicidad. Como si la felicidad ya estuviera por allí lista para ser bebida, como una poción mágica que nos cambiará el alma. Como si la felicidad fuera algo definitivo que aguarda al final de toda historia. Las historias que triunfan son las que tienen final feliz, claro, en gran medida porque alimentan nuestra esperanza y necesitamos esperanza para vivir; pero también porque nos reconforta pensar que alcanzaremos esa felicidad prefabricada como una meta, que tendremos nuestro “vivieron felices para siempre” al final de tanto esfuerzo y podremos descansar. La felicidad, como el amor, es una construcción cotidiana. Nadie vive feliz para siempre, nadie que esté vivo puede hacerlo. Nos han vendido la nostalgia del paraíso. La merecida retribución por nuestros esfuerzos, la receta definitiva que nos cerrará los ojos ante el dolor de la vida
 La vida no tiene sentido, o por lo menos no tiene “un sentido”. Por ello nadie nos puede explicar nuestra vida. La vida no tiene sentido y por ello podemos (y debemos) darle el sentido que queramos. Nadie puede interpretar lo que vivimos, nadie pude decirnos quienes somos. Nadie tiene las respuestas porque las respuestas no existen. Las respuestas no se buscan, se construyen. Nadie sabe quién es (ni siquiera los que dicen que saben quiénes son) porque no somos nada (o somos nada si prefiere evitar la doble negación), no podemos descubrir qué somos porque no somos algo ya hecho, sólo podemos construirnos. No nos define un gesto único, un solo momento, cada instante que vivimos es un ladrillo que vamos sumando a lo que hacemos de nosotros mismos.

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